CONCURSO DE ARTE

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1ª "El Hombre Robot"

La tecnología ha ido deshumanizando al hombre al punto de llegar a ser observador de una vida que le es impropia. El siglo XXI trajo consigo una masa de chicos criados entre computadoras y celulares, que aprendieron a manejar videojuegos antes de dar sus primeros pasos. Esto es sólo el comienzo de una problemática que se incrementa día a día y que ignora qué tan lejos pueda llegar. Por supuesto que no desestimo la utilidad de estos artefactos, que inevitablemente constituyen un importante avance en términos de progreso para la especie, pero visualizo a futuro una nueva concepción de la condición humana: la del hombre inservible. Uno para quien el uso de la tecnología pase de ser una cuestión de prosperidad, a ser una cuestión de comodidad.

¿Qué nos toca hacer a nosotros, jóvenes, frente a un problema que supone semejantes riesgos en cuanto a, entre otras cosas, salud, relaciones sociales y medio ambiente? Un cambio de mentalidad es la clave de una mejora a largo plazo. Empezar a tomar conciencia de cuán inmersos estamos en este mundo moderno parece una tarea fácil, pero no lo es. Y la razón radica en que se trata de algo que ya tenemos asimilado y que forma parte de nuestra vida cotidiana.

Un gran porcentaje de los adolescentes ya sufren de dolores musculares, insomnio, tendinitis, y ni que hablar de enfermedades a largo plazo como problemas de visión o sorderas leves ocasionados por el uso excesivo de estos aparatos. Sin embargo esto no parece inquietarnos. ¿Qué tanto deberá evolucionar el problema para empezar a tenerlo en cuenta como tal? Por otro lado, lejos de abrirnos más las puertas de la comunicación, la tecnología nos está retrayendo lenta y progresivamente. Sin ir muy lejos, pensemos en cuántas veces terminamos contactándonos con un amigo por chat o mandándole por e-mail las fotos de nuestro último viaje en lugar de aprovechar la ocasión para juntarnos y verlas con unos mates de por medio. Bastaría incluso con sentarnos en una esquina y observar las veredas, tan concurridas y, al mismo tiempo, tan desoladas: algunos hablando por teléfono, otros con los auriculares puestos, y otros tantos matando el tiempo con algún jueguito electrónico. Todos completamente ajenos a lo que pasa a su alrededor.

Seguramente no es así como pretendemos seguir viviendo; dependiendo de unas máquinas para ser lo que somos, dañando nuestro cuerpo y rehuyendo constantemente el trato social. Podríamos seguir así o ponerle un freno a este monstruoso caos. Si queremos evitar atentar contra nosotros mismos, irá siendo hora de que comencemos a tomar conciencia de la gravedad del problema para intentar impedir su avance.

Ailín Emilio (17 años)

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